¿Puedo decirte la verdad, oh Brahmán? No te ofendas,
pero los ídolos de tu templo han envejecido;
tus ídolos te enseñaron a estar en pugna con tu propio pueblo,
nuestro Dios también enseñó al predicador a odiar y pelear.
Desesperado, volví al fin mi rostro del templo y la mezquita,
y ya no escucho los sermones del predicador
o tus cuentos de hada, oh Brahmán
que concebiste la presencia de Dios en imágenes de piedra;
para mí cada partícula de polvo de mi país es una deidad.
Hace tiempo que la morada de nuestros corazones
ha sido devastada.
Ven, construyamos en este suelo un nuevo templo;
hagámoslo más alto que todos los altares de la tierra,
con una torre alzándose a los cielos.
Levantémonos cada mañana y cantemos cantos tan dulces
que todos los creyentes se embriaguen de amor:
allí está el poder, y allí está la paz,
en los himnos de los devotos,
y la salvación de los moradores de la tierra
está en el amor.