La decision está en tus manos

Un día mientras el anciano maestro hacía su caminata diaria  por la playa, se le acerca uno de sus discípulos. El más joven y el más inteligente de todos. Quien tenía toda su fe depositada en su velocidad mental y subestimaba de sobremanera la sabiduría de los ancianos.

Éste le pregunta, maestro: ¿estarías dispuesto a cederme tu alto rango a mí que soy el más joven de tus discípulos si paso una prueba que tú me impongas? Te pido esto, para no tener que soportar la carga de los largos ayunos y las tediosas meditaciones, que a decir verdad yo no creo necesitarlas, porque no siento que me aporten ningún beneficio.

Por supuesto, respondió el maestro, si eso es lo que verdaderamente quieres, podemos hacer un cambio ya que a mí también me haría bien salirme de la rutina.

Empezaremos ahora mismo. Mientras cumples con tus obligaciones cotidianas también vas a pensar en un acertijo y al día siguiente por la mañana vienes y me lo dices, si yo lo descifro continuas con tu rutina acostumbrada, pero si me sorprendes entonces en compensación yo te ordenaré como monje en ese mismo instante.

Gracias maestro. Eres muy sabio, generoso y comprensivo, respondió el discípulo y se fue corriendo muy entusiasmado a pensar un acertijo.

Esta rutina la sostuvieron un largo tiempo, ya que sin importar que tan elaborado fuera el acertijo que le recitaba el discípulo a su maestro, éste siempre lo resolvía. Algo que al maestro lo entusiasmaba y entretenía pero al joven lo frustraba cada vez más y lo llenaba de ira.

Hasta que un día le dice a su maestro: maestro ¿me darías más tiempo para pensar?, esta vez quiero que sea un acertijo definitivo ya que si lo aciertas no insistiré más y continuaré mi rutina como cualquier otro discípulo. Porque se vuelve muy agotador para mí hacer las dos cosas todos los días.

El maestro estuvo de acuerdo y le dijo que cuando creyera haber encontrado el acertijo perfecto volviera.

Así pasaron días, semanas, meses y un cierto día el joven creyó haber elaborado un acertijo de tal forma que no hubiera manera de que el maestro pudiera resolverlo.

Entonces, llama a su mejor amigo para contarle la idea que ha tenido. Lo que haré será preguntarle a mi maestro qué es lo que tengo escondido en mi mano, ves y pondré en mi mano así escondida en mi espalda, este pequeño y hermoso pajarito que acabo de capturar. Si él acierta porque, tal vez acierte ya que realmente es un anciano verdaderamente sabio. Entonces, sosteniendo el pajarito aún en mi mano cerrada le preguntaré si está vivo o muerto. Si dice que muerto abriré mi mano y dejaré que el pajarito salga volando, pero si dice que vivo, entonces apretaré mi mano y el pajarito morirá. Así de todas maneras yo habré ganado.

Planeado esto, muy contento se fue corriendo hasta la playa para buscar al anciano y recitarle el acertijo.

Maestro, maestro, maestro, lo llamaba el joven. ¡Tengo el acertijo!, ¡tengo el acertijo!

Muy bien, contesta el anciano. Estoy ansioso por escucharlo. Dilo de una vez.

Bueno escucha. ¿Adivina maestro qué es lo que tengo dentro de mi mano?

A ver, déjame pensar dijo el maestro, tengo que estar bien seguro antes de responderte. Caminó un rato por la playa, parecía estar realmente preocupado por el asunto. En un determinado momento se acerca y le responde. Creo que ya sé, lo que tienes es un pequeño y hermoso pajarito.

¡Bravo maestro!, eres un hombre tan sabio que yo, muy dentro de mí estaba seguro que darías con la respuesta correcta.

Me alegra no haberte decepcionado, responde el maestro humildemente.

Dime maestro, ya que eres tan gentil, ¿me permites hacerte otra pregunta?

¡Como no!, dijo el maestro.

Dime maestro, el hermoso pajarito ¿está vivo o muerto?

Bueno hijo, le responde el anciano, en ese asunto yo ya no tengo nada que ver, porque el pequeño y hermoso pajarito por ahora está en tus manos.

 

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