Con la mano amasando el barro
sentada en el suelo mataquita ollera,
su mataco pitando un cigarro
y tocando bajito un pimpim con su quena.
Así pasan semanas enteras
al lao de la acequia igual que el hornero,
van mojando con gusto la tierra
que Juancho le trajo de los hormigueros.
El secreto que tienen los indios
ese barro lleva la baba de hormiga
y que salen las ollas más fuertes
las que duran años, pa toda la vida.
Amalaya volvieran los tiempos
que el indio mataco en su suelo vivía,
ya no más hay ceniza en los toldos
donde San Francisco, él los bendecía.
Ya está vieja la pobre Azucena
su andar es muy lento parece que lleva
el ocaso que ha marcado el tiempo,
se lo lleva el viento borrando su huella.
Ya descansa la india mataca
su nombre de flor se marchita en la arena
en sus ollas, cacharras, tinajas
se fue para siempre, su recuerdo queda.
Por ahí cuentan que el mataco Juancho
salió de su choza gritando Azucena,
en el monte lo encontraron muerto
al lao de su cuerpo, su flecha y su quena.
