...el hombre nunca sabe para quién padece y espera.
Padece y espera y trabaja para gentes que nunca conocerá,
y que a su vez padecerán y esperarán y trabajarán para otros
que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre
una felicidad situada más allá de la porción
que le es otorgada.
Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer
mejorar lo que és.
En imponerse tareas.
En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar,
puesto que allá todo es jerarquía establecida,
incógnita despejada,
existir sin término, imposibilidad de sacrificio,
reposo y deleite.
Por ello, agobiado de penas y de tareas,
hermoso dentro de su miseria,
capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede
hallar su grandeza,
su máxima medida en el Reino de este Mundo.